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** ALL ** on Mon Sep 29 02:16:00 1997
Holas....
K va otro..
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TEXTO EN HOMENAJE A C.E.FEILING
Charlie, as¡ en la tierra y nada m s
Eduardo Grner
Al principio, cuando Juan Forn me pidi¢ que escribiera sobre
Charlie, dije que no. Ten¡a -cre¡ tener- dos razones. Primera:
pens‚ que no iba a poder evitar algo que no quer¡a, hablar de m¡
mismo. Segunda: pens‚ que no iba a poder escribir algo as¡, ad hoc,
digamos, por encargo. Pero el flaco Gusm n y Beatriz Castillo, a
prop¢sito, y Luis Chitarroni, sin querer, me convencieron. As¡ que
aqu¡ estoy, inevitablemente hablando sobre m¡ mismo -puesto que
empiezo por decir que no quiero hablar de m¡ mismo-.
Creo que lo que me decidi¢ fue lo de Chita. Durante el velorio
me dijo: era el £ltimo ateo. Despu‚s, en medio de una noche de
duermevela turbulenta, me sorprend¡ pensando: esto es lo que tengo
que escribir; todo aqu‚l que lo haya conocido lo sabe, pero ¨qui‚n
lo va a decir? (es un prejuicio pedante, por supuesto -cualquiera
lo podr¡a decir-: pero los prejuicios, aun los pedantes, hacen
buenos pretextos). Chitarroni ten¡a raz¢n: el ate¡smo y el anticlericalismo de Charlie eran de una convicci¢n, una consistencia, una madurez y una autenticidad que bastaba para avergonzarnos a los ateos de pacotilla; a los d‚biles que, como
dec¡a Sartre, usan el ate¡smo como excusa para ocuparse de Dios.
Para no enfrentar una verdad insoportable: el cielo est vac¡o. A
Charlie esta convicci¢n de ven¡a (perd¢n por la palabra) naturalmente. S¢lo conoc¡, en persona, otros dos hombres casi tan
seguros: Ram¢n Alcalde y mi padre. Pero ellos -y es un s¡ntoma de
su coraje, sin duda- tuvieron que llegar a esa conclusi¢n amarga,
trabajosa y racionalmente. Charlie, que era un razonante como se
han visto pocos, part¡a de all¡. Para ‚l esto no era un trabajo, es
decir un sufrimiento. Al rev‚s: era una profunda alegr¡a, que le
permit¡a gozar de este mundo hasta el fondo, beberse la vida hasta
el £ltimo sorbo (trat ndose de Charlie, el chiste el obvio; pero no
es solamente un chiste que ‚l hubiera festejado en la mesa de
Gandhi: es una manera de decir que a ‚l no hay tierra ni cielo que
se lo traguen: a eso no le iban a ganar). El coraje, en este caso,
pasaba por otro lado: pasaba por entender que otros fueran
diferentes, que se dejaran seducir por otros mundos, pero sin
perdonarles la vida. Su ate¡smo consist¡a tambi‚n en no confundir
la amistad con la condescendencia.
Supongo, estoy seguro, que todo esto se nota en sus novelas,
en su poes¡a, en sus ensayos. En esa man¡a -a veces tan insoportable como el vac¡o del cielo- por no dejar que la belleza
et‚rea de una frase subordinara a su precisi¢n material, casi como
si buscara en cada palabra la respiraci¢n contundente de una
piedra. Dicho pascalianamente: la geometr¡a tanto como la fineza,
pero no como "esp¡ritus" sino como cuerpos densos, inapelables. En
eso -y no en las declaraciones de principios de los infatuados con
el contenido de las Grandes Palabras- su estilo era una ‚tica (otra
Gran Palabra, claro, que ‚l no usaba). Pero supongo, estoy seguro,
que donde m s se notaba ese ate¡smo y ese secularismo insobornables
era en su modo de pensar el mundo y actuar en consecuencia. En ese
modo -escribo las primeras cosas, de entre tantas, que me vienen a
la cabeza- de preparar (con Laura Klein) una campaña contra el antiabortismo con una l¢gica implacable y un compromiso apasionado,
pero sin gestos espectaculares ni diatribas furibundas, mientras se
tomaba un bloody mary y preparaba un curry. O en ese modo
c lidamente distante (hombre "oximor¢nico" si los hab¡a, este
Feiling) de burlarse de los que cre¡an en el progresismo del Papa
Polaco. O en ese modo con que habr respondido sarc sticamente (imagin bamos, esa noche, con Chitarroni) a los que le recomendaban tratarse con un home¢pata. O, m s nimiamente, en ese
modo con el que me reprochaba mi desprecio por el positivismo y la
filosof¡a anal¡tica, o con el que -aline ndose con Fogwill, debo
decirlo- me cargaba por mi amor excesivo hacia el jazz: creo que
tem¡a que esos desprecios y esos amores fueran una manifestaci¢n de
cierto infiltramiento religioso, o por lo menos metaf¡sico. En todo
caso, s‚ que se hubiera divertido como loco con un libro que le
traje de Londres y que no alcanc‚ a darle: un libro de Christopher
Hitchens (periodista norteamericano que ‚l admiraba con fervor) que
es una recusaci¢n violenta y sard¢nica del mito de la Madre Teresa
de Calcuta, a la que denuncia como hip¢crita trepadora de la
santidad, falsaria agente de relaciones p£blicas del Vaticano y
otras lindezas. Ignoro si alguien se atrever a traducir y publicar
ese libro en estos pagos igual de hip¢critas y falsarios. Pero
ser¡a un gran homenaje a Charlie Feiling.
As¡ que, porque Charlie era el £ltimo aut‚ntico ateo (es
decir: porque celebraba pertenecer a otro siglo pero vivir en ‚ste) probablemente era, tambi‚n, el £ltimo aut‚ntico arist¢crata:
tampoco esto era un trabajo, como lo es para aqu‚llos que nos
esforzamos y fracasamos pat‚ticamente. As¡ que Charlie andar por
ah¡, como quien dice, fundido en la materia, y no en el cielo. Por
eso ten¡a raz¢n Gaby Esquivada: se le dice "chau", y no
"(a)di¢s".
As¡ que espero que a nadie se le ocurra dibujarlo con alas de
angelito o decir que nos mira desde all arriba. Quiero decir:
estar n en todo su derecho de hacerlo, pero tendr n que saber que
no est n hablando de Charlie, sino de s¡ mismos. Como hacemos
todos.
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Gente buena, adios. Hasta luego!..
Sergio.
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