IGUALES
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Axolotl@TEMP to
** ALL ** on Fri Sep 20 01:17:00 1996
IGUALES
Escucharla. Escucharla hablar. Escucharla hablar de ‚l. Escucharla hablar de ‚l y de ellos.
Escucharla hablar de ‚l y de ellos siempre fue uno de nuestros sentimientos m s intensos. O solo m¡o. Pero escucharla hablar de ‚l y de
ellos siempre fue, o me fue, irresistible.
Perderle la mirada, ese cambio en la voz, esa metamorfosis harto conocida de pasar de hablarme a mi, a pasar a hablarse a ella, o a el, o a ellos.
Perderla de mi lado, que tan simple y sencillamente se desplace de
mi lado hacia otro lugar, intermedio, com£n solo para ella, y para ‚l, y
para ellos.
No es exactamente dolor lo que me provoca. Tampoco envidia, ni tristeza. Solo esa insuperable ansia de, alguna vez, escucharla hablar de
m¡, y no de ‚l, o de ellos.
Tampoco deber¡a preocuparme. No son ellos ni ‚l los que la traen de vuelta, a fuerza de caricias y abrazos y besos casuales, pero muy precisos.
No est n ellos ni ‚l el resto del tiempo con ella, cuando est conmigo.
Pero sin eso, sin escucharla hablar de m¡, jam s el sentimiento va a ser completo. Como jam s lo es nada.
Y jam s voy a escucharla hablar de m¡, y no de ‚l, o de ellos; o
m s simplemente hablar de m¡, y tambi‚n de ‚l, y de ellos. Porque es t‚cnicamente imposible.
Ella solo habla de ‚l, y de ellos, cuando no est n. Ella me hablaba
de ‚l y de ellos en sus ratos libres, cuando no estaban. Ahora me puede
hablar todo el tiempo de ‚l, y de ellos, que ya no est n, m s que s¢lo en
su cabeza, memoria, ese lugar intermedio de donde cada vez, igual que
siempre, me cuesta m s hacerla volver.
S‚ c¢mo son las cosas. S‚ c¢mo se tensan las cuerdas, se pulsan los botones, se llama a los recuerdos. S‚ que tengo que irme para escucharla hablar de m¡. O tal vez, ella hablar¡a de m¡, como de ellos, y de ‚l, pero
no a m¡; a alguien m s. Al nuevo ser que cargue con el peso de ella, de su historia, y de la de ‚l, y la de ellos, y tambi‚n, entonces, de la m¡a.
A veces, las necesidades se equiparan, y me asusto. Me asusta
desear tanto escucharla hablar de m¡ como de ‚l y de ellos; como desearla.
Me desplazo en la l¡nea temporal que divide lo que somos de lo que quiero
ser para ella, y para el pr¢ximo. Y me asusta cada vez m s estar tan
cercano a ese segundo que haga la diferencia, sabiendo que ni entonces voy
a poder escucharla.
Tal vez necesite la ayuda de un amigo. De un amigo que la haga desensimismarse, que la conduzca hasta ah¡, y la traiga de vuelta. Que la escuche hablar, hablar de m¡, y de ‚l (que no es ‚l sino otro), y de ellos;
y me sea fiel, y registre sus palabras una a una, para venir corriendo a saciarme, a darme la paz que no tengo con ella, que pierdo cuando me habla
de ‚l, o de ellos, y que tanto ‚l como ellos imagino que sienten o
sintieron, si son o fueron conscientes de su paso, de su huella.
Pero no existe ese amigo. No existe quien pueda postergarse de esa manera en favor m¡o. Porque no es posible no tomar partido cuando ella
habla de ‚l, o de ellos; no correr a buscarla cuando ella levita hacia ese lugar que me pregunto si alguna vez ocupar‚; no esforzarse en encontrarle
la mirada que vaga por muebles y ventanas hasta posarse en alg£n lugar, cualquier lugar, sin desear que ese lugar sea uno. Es imposible no amarla
en esos instantes, incluso sinti‚ndose no correspondido.
As¡ que no tengo salida. S¢lo me resta elegir entre amarla sin tenerla, o que ella ame mi recuerdo, pero sin jam s tener certeza de esto £ltimo.
Y ahora no puedo decidir. Su silencio y su cuerpo y su mirada vaga
me reclaman, me acucian a que la vaya a buscar, a que la traiga de vuelta,
a que la siga amando como antes de que se pudiera poner a hablar de ‚l, y
de ellos; como ella no sabe la segu¡ amando mientras la escuchaba; como la
voy a seguir amando, siempre, incluso cuando ya no est‚; y hable de ella,
como hablo de las otras.
Axolotl
Un abraxo!
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